sábado, 2 de julio de 2011

otro amanecer en la selva

Y así como esa mano golpeaba furiosamente y le daba una lección, agarraste la cuchara y cortaste la espuma de tu café. Y me sonreíste mientras llovía, y me mordía el alma, lleno de luz me tomaste del brazo y emprendimos vuelo. El puño seguía hundiéndose intentando romper los huesos, haciendo chillar de dolor y desesperanza, intentando desinflar la burbuja llenándola de temor, haciéndola pesada, disminuyendo el vuelo. Tímidos rayos entraban por la ventana, y abrimos los ojos. Nuestra burbuja siempre intacta, y tu figura que siempre detenía el tiempo, lo congelaba y vos, siempre vos.