viernes, 1 de noviembre de 2013

Gerundio y fin. Historia de cómo dejar de lado poesías baratas, perdonar, liberar y vivir.

Inspiración, ganas, necesidad, escape, huida. Tengo que escribir. Faltan cerca de dos horas para terminar de rendir audioperceptiva, mas bien tengo que memorizar unos cuantos solfeos, que son melodías en hojas pentagramadas. Por suerte tengo los archivos en audio. Los escucho y tarareo, ya se donde va cada parte, cada tanto me confundo alguna nota. Es viernes, llueve. Me torcí la muñeca jugando al fútbol, me puse hielo ni bien llegué a casa, la ventaja de vivir próximo de la autopista 25 de Mayo, las canchitas están cerca. No corre peligro el final de guitarra. Las plantas se mojan, por suerte no granizó en toda la noche, y si pasó ni me enteré y se la bancaron. Me desperté casi a la 1 hoy, ya había terminado mi laburo, desayuné pan, un cacho de queso y mate. Sigo tomando, está lavado. Hace días que vengo exaltado, aunque por momentos algo confundido y hasta triste. Rendí canto, con el culo entre las manos y la voz que en principio salió casi temblando, y la respiración que arrancó confundida. Rápida remontada, interpretación correcta y afinada, fin de la obra, los hombros caen relajados. Aplausos de los compañeros, por el valor imagino, porque tampoco soy la voz más linda de la clase ni cerca che. Sorpresa. La profe sonríe, antes me había dicho que estaba muy lindo, intentando darme ánimos imagino, ahora me dice con mucha soltura y ciertamente de manera imprevista que se vio muy satisfecha con mi interpretación. Soy asmático y fumador social. Ya no ando tanto en bici, pero siempre me llama. La respiración, eje fundamental de la educación vocal me costó todo el año. No por respirar mal sino de manera inapropiada, los años de bici y ejercicio aeróbico, en palabras de la profesora afectaron mi respiración, siendo mejor para la resistencia física que para el canto. Miedo. La verdad estaba medio asustado. Pero ya pasó. Ahora quedan otros miedos, otros que son un poquito más tangibles, no solo un miedito autoimpuesto, un poco soberbio porque sabíamos que nos iba a ir bien. Todavía quedan miedos con ojos, nariz, boca y dientes. Con nombre. Miedos que usan remeras y zapatillas.
Me asomé a la terraza, efectivamente las plantas están re bien. Garúa un poco así que algo me mojé. Nitrógeno, fósforo y potasio, un poco de agua y sol, estoy asombrado, crecen hermosas. El limonero está dando flores. Primero son capullos violetas, después florcitas blancas con pistilos amarillos, de perfume dulce. El árbol es joven, no creo que de limones este año. Año de balance positivo, creo. Enfocado en una vocación para transformarla de a poco en profesión tal vez. Desde los 12 años que no llegaba a fin de año con todas las notas altas. Hermoso hacer lo que nos gusta. Trabajo todo el año. Casting, debut inesperado en el cine. Amigos más, amigos menos. Barrio nuevo. Falta de objetividad, fallos dudosos. Amor más, amor menos, amor más. Miedos, bronca. Un poco de vida. Suma y moldea, a uno el toca crear. Junto a mi ventana, a todo esto ya pasó casi una hora y media, ahora llueve más fuerte. Hay que seguir estudiando, que los miedos esperen. Y que los miedos con ojos vean, que los miedos con boca besen, que la vida continua. Total cada tanto me acuerdo todo lo que fue, no vale la pena negarlo. Lo único que me molesta es la falta de transparencia, y ciertamente mi deseo repentino de creer que te puedo mover un poco el suelo, o de pensar si de verdad podrás dormir bien todas las noches. De que te enteres lo mal que me hacías sentir, de todas las relaciones paralelas que mantuve, de lo poco orgulloso que me tiene. Falsos escapes, parches funcionales, de esos que evitan que se te hunda el bote aunque sigue filtrando. De todas las mujeres, con las que compartimos tanto amor y oscura sanación. Del fuego adolescente, convertido en gloria, me embriagaba levemente y curaba la angustia. Tiene sentido hoy liberar tanta presión. No hoy por solo por ser hoy, primero de Noviembre mientras cumple 105 años el segundo amor de mi vida, Huracán, sino por entender la vida, crecer y perdonar. Abandonar la defensa, asumir errores, pero no culpas. Tal vez criticarse más. Necio, habiendo aguantado de más intentando salvar un barco en donde tapaba un agujero y vos sin darte cuenta o sin la intención le hacías tres o cuatro nuevos y se hundía. Ciego, dentro de un juego macabro. Negador, creyendo que podía salvar algo. Ingenuo creyendo acompañarte y ayudarte. Recuerdo, mucho tiempo atrás, pequeñas lineas de un naufrago, tal vez una alarma anunciada.
Hoy el sol me ilumina, afuera llueve, adentro suelto alguna risa y desinflamo el alma, afuera mis plantas, mi limonero y mi palta, adentro tripas y sangre, afuera el amor todos mis amores, también mi amor, seguramente preparando una torta para el cumple de un amigo esta noche, adentro la descompresión y la tranquilidad, afuera el fin tiempo, nuevamente adentro la pasión y el fuego, repentina inspiración, ganas, necesidad, escape y huida. Adelante y en todo, la vida.
Y arriba el sol.
"Ahora no te veo, y al contrario de lo que en un momento pensé, ya no te extraño, solo te recuerdo. Creo que el haberte perdido en el horizonte ayudó mucho. Mi nueva locura. Mi locura por el sol no cesa. Me voy hacia el, dejándote de lado. Imprudencia la mía, de vivir yendo de una locura a otra." una serie de seis

martes, 23 de abril de 2013

Un pequeño Lucas

-El cielo no ayuda... -dijo luego de un pesado soplido- pero dale, arranquemos que debemos aprovechar que es domingo.

Lucas apareció lentamente. Asomando por una de esas subidas de asfalto del parque Lezama, como pasarelas entre gigantes arboles y pasto verde. A paso lento, con la curiosidad que casi le escapaba de los ojos, siempre atentos a todo, solo distraído de a momentos por los tirones de la correa de su perra, la Negrita. Ella era otra cachorra que descubría el mundo junto a Lucas, en ese mar de olores y figuras, bajo ese cielo monocromático. Lucas, que lo inspeccionaba todo, ya nos depositaba gran atención desde el momento en que el parque nos había coincidido, no se si por mi guitarra o por tu pelo negro, su perfume o tus profundos ojos.
La negra se sentó tranquila a nuestro lado, fiel compañera que tomó el descanso de Lucas que la traía corriendo y paseando hace horas, y el muchacho se presentó, suave y tímido, rompiendo el hielo con dos preguntas, una pedido y dos declaración, casi sin esperar respuesta de ninguna, solo por expresarse:
-Eso es una guitarra?.. Tocate un rockanroll.. Es muy linda ella.. Es tu novia?

Noche XV

-Pero lo mejor que podes hacer con un tipo así
es dejarlo fuera de juego, Dani.
Es mediático y jugado, suele irse de boca...
Lo mismo si pierde o si gana, duro como el solo,
siempre termina por ponerse a los poderosos en su contra,
y sin saberlo malabarea con corazones ajenos, indefensos,
generaciones y pasiones, con tripa y alma al descubierto,
la sonrisa de los muchachos, los ojos de la morocha,
la bronca de la banda que ataca primitivamente,
el grito desenfrenado y la emoción única...
¡Los colores y el amor!¡Eso siempre primero!

-La verdad es que...-a Dani lo dejaron sin palabras, así que se limitó a tomar con firmeza la tibia manija de su taza de café, elevando los hombros entre la cabeza, mientras le daba fin a esta -Y sí, es así, otra no queda, cuando tenes razón tenes razón. -le dijo mientras se quedaba mirando el fondo vacío y apenas manchado por lo que restaba del negro café.

Se rieron un poco más y quedaron en reencontrarse el sábado para ir a la cancha a ver el partido de su tan amado Huracán. Se despidieron con un abrazo, unas palmadas en los hombros, un llamame si necesitas algo y la sonrisa de amigo. Tuvo una extraña sensación al tacto con el abrigo de Manuel cuando se despidió de el, pero lo alegró sentir que en sus guantazos le retiraba el frió, y cierto peso que ahora no sabía por qué cargaban sus manos. Logró encender un pucho que cortó la soledad que sentía iba a aparecer a la vuelta de la esquina, cuando ella que se alejaba, cuando ya lo había perdido de vista al flaco. Era temprano para volver, y tenía seca la garganta. Caminó hasta el viejo bodegón con la persiana medio baja, la golpeó dos veces con la mano y saludó con un gesto a Vicente que estaba acomodando las copas detrás del mostrador. A mediados de su segundo wishky notó las paredes despintadas por las pocas luces que quedaban en la barra y la cocina donde se veía a los ayudantes limpiando y preparando todo para terminar su jornada. No supo tampoco en que momento fue que la radio se desconectó, o si esta también fue atenuándose hasta resultar inaudible, invisible. El sabía que Vicente no le iba a negar otra copa, tampoco lo iba a apurar porque estaban cerrando el local, menos con lo que le había pasado, pero ya sentía las manos pesadas, tirando de los hombros, haciéndolos caer, el cuello quebrado mirando hacia abajo, el pecho hueco y el estómago vencido.
Entonces fue como aquella, la primer noche, pasó a la historia.