sábado, 17 de diciembre de 2011

Es gracioso y lindo para mí, aunque algunas veces te resulte confuso, esas veces que después de un beso o una caricia o cualquier contacto físico o de simples palabras yo te mire, te mire y me ría un poco. Resulta interesante que en un mundo con tanta mentira y tanto dolor se me ocurra a mi enamorarme, y hacerlo todos los días, cada uno de ellos, y verte y quedarme atónito, resignificando sentimientos, ideas, y hasta la vida en sí. Y los dos sabemos las vueltas que pega la vida y pudimos construir precarias armas para defendernos de las catástrofes que nos azotaron, y tuvimos la hermosa fortuna de encontrarnos y coincidir en un sentimiento que nos abarca en cuerpo y alma, e incluso supera ciertas barreras, que se agranda y olvida los viejos limites a cada paso y hace creer que otros no van a existir. Entonces cada día que pasa, el reloj sigue y no se detiene, ellos se vuelven los únicos enemigos, los que nos roban la eternidad, el congelar para siempre el tiempo y verte sentada, acostada, parada o cual fuera tu posición, pero siempre vos, siempre hermosa y siempre autentica, única. Pero es feliz que dentro de este cáos nuestros instintos puedan dirigirse en una misma dirección. Sucede que cada cosa tuya me sorprende, y me llega al corazón, y fantaseo, y sueño, imagino escenas idílicas, siempre en tu compañía, intento plasmar algunas escribiendo, pero no doy abasto, cuando te cuento sobre el amor, sobre la comida, sobre sexo, sobre felicidad, sobre ballenas o paseos en bicicletas, sobre tu sonrisa o tu mordisqueo, que son mis salvavidas en una ciudad destruida y sin amor. Es gracioso y lindo tenerte y besarte, sumergido en la escritura sin saber cual es mi tiempo y espacio, cual mi realidad, si tengo realidad.
Pero esas preguntas se vuelven vacías, porque yo te tengo siempre, y soy eternamente tuyo.


24/11

martes, 4 de octubre de 2011

El hecho es que me encontraba perdido. El indefinible momento de sueño o lucidez, aunque siempre tan efímero. Repentino grito de alerta y la improvisada puesta en escena, falsa y confusa, y te confundo con mi camisa colgada. Me tumbo y se enciende la oscuridad, otra vez al pasto con vos y un sol de papel que no calienta, solo ilumina de blanco azulado, en ese mar de gente, todo con su textura de frazada de lana, sabana sucia y transpirada. Era gracioso verte, porque este mundo se manda con lo meramente autentico y genuino, no existen los dobles sentidos ni las barreras de la neurosis y entonces por diez minutos nadie me manda a hacer nada, aunque la apreciación más correcta sería que nadie me manda a no hacer las cosas, y acelero en una cuesta abajo tomandote con ambas manos, si acá no importa que no tome el manubrio, acá donde nadie intenta hacernos daño, mientras cortamos el viento como una lanza, y nos emocionamos casi hasta las lágrimas en otro beso de Parque Patricios, pero sin embargo eso no importa, porque lo más importante y hermoso es que no podes siquiera intentar boicotearme, porque en la lucidez de todos los días vos te volviste una experta en la destrucción y en ser la misma infeliz creando ficción para esquivar con una tramposa finta la vida, pero en los mundos paralelos, que algunas veces resultan ser bastante más cuerdos, nadie puede creer semejante atrocidad, y todos ríen a carcajadas con tu, aunque planificada, hipócrita verborragia. Entonces me abrazas bien fuerte, y me veo rodeado de mis amigos, donde todo es felicidad y verdadera amistad en estado puro, denso y dulce como la melaza, y estas vos con tu sonrisa y tu tendencia natural a la belleza, y el con sus pecas, el chino con un vaso lleno de fernet con coca en la mano y la otra en el hombro de tu hermano del alma, aquel con los cortos de fútbol y los botines, el gesto de amor de tu viejo y el incomparable abrazo de mamá. Es una mezcla infalible, el cóctel más hermoso que jamás vas a poder disfrutar, las lágrimas del amor correspondido. Es entonces cuando pensas que en algunos sueños resultas ser un tanto resentido y agresivo, mientras la bajada se termina, tu beso se corta y la patética figura de ella se desfigura, donde volves al mundo que pone en duda respecto a creer la primer atrocidad que un grupo de horribles mentes en búsqueda de expandir la frontera de su insatisfacción inyectando sufrimiento en algunas cabecitas un tanto ilusas, perdidas en el mundo de lo efímero, creyendo que uno nació para amar y enamorarse, y te levantas, te vestís, vas al baño y te mojas la cara, y miras al espejo sin saber que en realidad estás ahora, porque te miras y no comprendes qué imagen que refleja. Después de todo que importa, hay días en que todos los mundos saben enamorarte, más porque ella está en todos.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tiemblo al pensar el día en que mi poesía se derrumbe y mis pulmones se vacíen del sentido, mientras se estimulan los sentidos. Es fácil pensar que la vida

sábado, 2 de julio de 2011

otro amanecer en la selva

Y así como esa mano golpeaba furiosamente y le daba una lección, agarraste la cuchara y cortaste la espuma de tu café. Y me sonreíste mientras llovía, y me mordía el alma, lleno de luz me tomaste del brazo y emprendimos vuelo. El puño seguía hundiéndose intentando romper los huesos, haciendo chillar de dolor y desesperanza, intentando desinflar la burbuja llenándola de temor, haciéndola pesada, disminuyendo el vuelo. Tímidos rayos entraban por la ventana, y abrimos los ojos. Nuestra burbuja siempre intacta, y tu figura que siempre detenía el tiempo, lo congelaba y vos, siempre vos.

martes, 31 de mayo de 2011

aire y luz

Hay un pueblo allá en el norte, donde no llega el veneno de la televisión, ni la radio, ni el internet. Donde el viento corre puro en el aire, entre los cerros y las quebradas, y el sol calienta la tierra sin interferencias. Ahí donde en una humilde casa una familia prepara el almuerzo, la nena ayuda a su madre a desgranar el choclo, mientras ella en un seco y rápido movimiento de mano y muñeca le retuerce el pescuezo a una gallina que fugazmente patea y se desvanece. El hijo que le sigue ayuda a poner la mesa, mientras que el primogénito mira atentamente a los misteriosos visitantes hablando con el hermano restante. La más pequeña se dispone a leer un pesado libro de biología con la tapa tan gastada que apenas se distingue la fotografía de lo que parece ser un lobo y la gran tipografía blanca. En este mediodía soleado y fresco nada contamina. Se escuchan los gritos de los chicos jugando a la pelota y la madre que llama a juancito y decile a tus hermanos que vengan a comer, acompañado de quejidos y saludos infantiles. Se dispone la mesa y somos el centro de atención, con nuestras grandes planillas móviles y coloridas, y nuestros cuentos de ciudad, y nuestros que rico el pollo, nuestra extraña vestimenta y nuestra manera hablar, movernos, y ser. El segundo más pequeño lee en voz alta el proceso de mitosis que realizan las células y se dispone a responder cualquier tipo de duda, en tanto la más pequeña canta y juega con una muñeca causando risas y ternura en todos menos en el celoso hermanito que intenta acaparar la atención y la madre lo reta para que deje cantar en paz a Lucía. El aire se comienza a viciar de silencio y las panzas llenas se ocupan de llenar el corazón, el monte llama con un guiño de ojo y nos disponemos a escalar un poco hasta que nos gane la siesta. Hay olor a maíz fecundo y a tierra y yuyo calentándose, y un vos que me sonríe y me llena el corazón. Luisito que nos sigue y se divierte mostrándonos sus atajos y las rocas firmes, nosotros que encontramos un lugar playo y nos recostamos a asimilar todo el celeste que podamos, que parece estar más cerca que nunca y a calentarnos la sangre con la luz de media tarde. En un extraño sueño una excéntrica banda de jazz fusión crea fantástica música en un pedazo de calle de nuestra amada Buenos Aires extirpada de su lugar de origen y clavada en un frío glaciar de alta montaña, mientras una mariposa enamorada me cuenta al oído que cada vez que piensa en su compañera se le llenan de personitas la panza, y mi bloque de hielo que se va poblando de curiosos que caminaban por ahí mientras te busco y no te encuentro. Luisito me lanza un anzuelo al que quedo atado y me rescata de ese sueño para mostrarme un nido de mulitas y me cuenta como su abuelo tiene un charango hecho con una igualita a esa que se está escapando. Todavía saboreaba mi sueño y me comenzaba a despegar de la piel el frío que el glaciar había irradiado en mi, y vos estabas ahí lejos, unos 70 metros, curioseando la vista panorámica que te daba la altura, escapandole al tiempo, congelada en la belleza, en tu belleza.

jueves, 19 de mayo de 2011

una muestra de -horrible- verborragia

Fue entonces cuando no pudo aguantar más y la gravedad venció.
Bailate uno más conmigo -le pedía a la gringa- que si ni van a ser las once


entonces los pajaritos que volaban
entonces miles de partículas que se desprendían
llenando todo el aire de Avellaneda
con tu boca que me muerde
tu sonrisa que me dice hola, te quiero
un sol enorme que pinta de amarillo
una luna enorme en medio de la selva
vos con los pies apoyados en el medio

llovía a cántaros y llegaste con tu saco de feria americana, y el maquillaje corrido -te odio- y me miraste con cara de asco -basura- y te regalé un caramelo que lo comiste cómo si fuese tu obligación, y tenías arena en la boca, y tenías la piel áspera cómo un cocodrilo -arpía detestable- mientras me vomitabas todo lo gris de tu vida, todo lo oscuro y toda esa mierda -con qué necesidad pedazo de monstruo?- y yo que iba a verte un rato, y llevarte una campera seca

y todo se tiñó de rosa y era tan gracioso
entonces tu respiración se volvía mi piel
con tu sonrisa, mi aire, lo tibio del ambiente
la risa que volaba, y lo implícito atado al amor
mientras explotaba en miles de particular
y llenábamos la zona sur
cuando desaparecían las hojas del otro otoño
mientras nos pintábamos de mil colores entre el asfalto de Congreso
mordeme un ratito más, quedate toda la tarde eterna

lunes, 9 de mayo de 2011

Tres noches

Se subió el cuello del viejo traje, y le respondió la sonrisa con el cigarro prendido en la boca. La miraba, y a su sonrisa y a sus ojos. En otra trágica noche de la ciudad envenenada y gris el seguía preguntándose una y otra vez porqué era este su mundo, porqué era esta su realidad, porqué las luces amarillas y ella lo cegaban tanto.
Y que vivo para imaginar mi vida pero cómo si fuese una noche eterna entre los restos de la vieja y hermosa ciudad, por donde corre el veneno y la amargura, un hermoso suburbio cerca del río que apesta a muerte y putrefacción, y tu sonrisa que.. Volaba bajito para que nadie se percatara de que no tocaba el suelo, de que no sentía el frío de esa vieja noche, de que el corazón le bombeaba tan fuerte. Les llovieron los golpes, y ahí estaba ella con una boina amarilla y ahí estaba el con su viejo traje y el humo que los unía, y esos eternos 20 centímetros que los separaban, ese espacio horrible, ese humo amargo esa noche gris, ese olor a muerte, esa sensación tan horrible cómo es la indecisión, esa ternura que lo invadía y que le entraba por los ojos y que lo derretía por dentro. Pero ellos reían y hacían cómo si nada, compartían abrazos y sonrisas. Mientras llovían los golpes, y ese espacio que lo ocupaba a medías esa cruda y frágil creencia, esa figura ficticia. Y no paraba de llover y comenzaba a tocar el suelo muy despacio, y dejaba de flotar, y esa distancia que se hacía abismal y ese amor que crecía y se achicaba de golpe y su odio al pasado y su faceta más oscura, su ser invadido por el asqueroso veneno de la ciudad, la ira que crecía y sus miedos que lo atormentaban, las vacías construcciones que parecían venirsele encima, y el frío que los invadía y su sonrisa que se borraba y esa maldita figura que se agigantaba y los dejaba fríos y solos a los dos en esa triste y cruel noche. El pánico era todo. El pánico los consumió y quedaron fríos, y ese amor que latía se congeló, y esa figura censuraba la belleza y la alegría. La distancia pareció infinita. Entonces pensó entre todo ese pánico, pensó entre todo ese miedo, pensó mientras era aplastado por ese falso titán, pensó mientras el veneno le entraba por todos los poros y recordó que el no era eso, que el no podía no amar, después de todo, todos estamos echos para algo, es claro hay gente para todo.
Voló otra risa y otro abrazo, explotó toda esa basura que lo cubría, volvió a ver su sonrisa y la abrazó fuerte, y ella lo abrazó más fuerte aún. No se querían volver a separar nunca más, ni dejar esa calidez hermosa del amor en estado puro, no querían que volviera esa horrible distancia, con su horrible esencia de opresión negadora. Se unieron en un abrazo, y rieron y se despegaron un poquito del suelo. Y por un instante dejaron el todo en segundo plano, inflaron su burbuja y salieron del pequeñito mundo. Lo golpeó y lo despertó, rieron un rato, terminaron el pucho, fueron a comprar más tabaco. Olvidando esa distancia por un rato, se colgó de su brazo y se dejó caer sobre su hombro, la tenía con el, se tenían entre sí, y flotabamos juntitos, por lo menos hasta la esquina.

martes, 3 de mayo de 2011

Otra vez abro los ojos, los abro para que vuelvas a desaparecer. Cierro para verte, te miro y nos vemos cada vez más de cerca, muy cerquita, y chocamos respirando el mismo aire, pero me señalas a un costado y me das un golpe, entonces me doy cuenta de que vuelvo a estar solo. Por ultima vez te doy un ratito más en mis sueños, se hacía tarde. Vuelvo a enredar mi mano en tu pelo hundiéndola hasta lo más profundo y vos me clavas los dientes en el brazo y reímos, y yo te muerdo la boca y luchamos un rato, pero yo solo pienso en que es otoño, y que mis sentimientos están exiliados.
Casi sin pensarlo caminó por los restos de la devastada ciudad y esquivando el transito intentó abandonarla, guiándose por las formas del suelo queriendo escapar del sentido. Pero se olvidó que la vida es tirana, y que en la ciudad corre el veneno y esa esencia maldita que aconseja por el mal y vuelve oscura a la gente, olvidando que el hacía nacido distinto se dejó engañar. Buscó con la mano la vieja caja metálica, tan despintada que solo guardaba pequeñas partes resquebrajadas de el fondo verde y las letras blancas, y encontró cuatro cigarros armados. Maldiciendo para si mismo buscó en el otro bolsillo algún billete que lo sacase del apuro y le permita comprar más tabaco, no iba a aguantar todo el día y menos con todo lo que estaba por venir.
Entre los viejos escombros y las hojas secas de otoño que le llovían por doquier fumaba manteniendo un ritmo constante entre algunas pisadas, quebrando hojas color ocre o amarillentas. El mal gusto de boca iba creciendo y el seguía caminando cómo un autómata mientras el dolor aumentaba y el olor a muerte se apoderaba de su nariz tan afectada por el frío. Le comenzaban a doler las manos, y la cara, mientras que la suave y helada ventisca que lo golpeaba aumentaba su poder estrepitosamente, hasta convertirse en un pequeño huracán que lo intentaba detener pero no podía con su paso. No paraba de preguntarse por qué ella seguía en sus sueños, no podía entender cómo había llegado hasta ahí y no creía que se encontrara parado en ese campito que era de florcitas amarillas, y que ahora era tan rancio, que olía tan mal, que le dolía tanto.
Se sentó en el suelo y con ambas manos tomó su cabeza. Las lagrimas corrían congeladas y filosas por las mejillas. La volvía a odiar y volvía a odiar esa ciudad muerta, ese campo nefasto, esa existencia vacía con la que la gente parecía estar conforme, y con su necesidad de amar y enamorarse. Cómo iba a poder imaginarlo?
Se desmoronó, se desprendió se si. Fue entonces cuando vio como volvía con paso lento y ligero, se vio cómo se ven a las personas desde un balcón no muy alto. Se vio espantado, perdido y con miedo. Vio el sol que amanecía, asomando entre los viejos edificios del barrio de su infancia. Se vio y se sonrió, y sintió la felicidad de la seguridad, de el encontrarse bajo control nuevamente. Caminó una cuadra más y se encontró con su sonrisa, y una remera grande que la usaba de camisón, y unos guantes y unas orejeras. Le dio un abrazo, lo golpeó con fuerza, le dio un beso, le convidó un cigarro, lo volvió a golpear y olvidó ese horrible campo al que la déspota vida lo había llevado esta fría y otoñal madrugada tantos años más tarde, lo volvió a besar y volvió en si nuevamente.

jueves, 7 de abril de 2011

Después de todo qué es el amor y el enamoramiento sino la ultima ficha en caer, el último casillero por tachar, la cosa más ineludible que la vida nos puede enfrentar.
Casi podía sentirlo, mordiéndole los labios, besándola con todo el amor que podía ofrecer, con las bocas inundadas en saladas lágrimas. Podía sentir amor en todo, la música lo invadía y le ocupaba el cerebro que tan solo podía ver amor, amor en la luz de esa puerta, amor en el suave andar, amor en su pelo, amor que le corría y le ocupaba cada centímetro.
Pensaba, debo haber nacido para amar. El horror era moneda corriente hacía décadas, pero era una frágil escultura de cristal destinada a un duro viaje, a una vida distinta. Qué podía pensar aquella señora sobre el? Cómo podía imaginarse que el no caminaba tal y como ella lo percibía? Ella no podía ver que el realmente flotaba, acaramelado, mirando el umbral de esa puerta de la calle Viamonte, apenas iluminado y reflejado en el agua que se había juntado en las baldosas faltantes a sus pies, ella no era capaz de asegurar nada. Nadie puede con migo, nadie, ni yo. Cuanto tengo para dar? Cuanto estás dispuesta a recibir?
La detestaba profundamente y a sus monstruosos deseos, sanguinarios cómo nada en el mundo, y claro, el que no podía ni imaginarlo. Nadie podía. Cómo sabía esa señora que el flotaba? Cómo sabía esa señora que el no pensaba en lo ajustados que le quedaban los viejos zapatos de su padre? Cómo aseguraba que el no pensaba en mutilar a un indefenso bebé? Cómo es que todo podía permanecer en la duda absoluta dejando al mismo nivel a los de pensamiento más noble y benévolo, a los pobres no pensantes o a las peores conjeturas y monstruosidades humanas? Le entristecía ese mundo gris y las tristes consecuencias de la inacción y la negación a lo más puro y elemental.
Porque el no podía creerse solo en esto, no podía ser así. Carecía de sentido, como asegurar que aquel hombre sufre de un terrible trauma infantil con solo mirarlo al pasar en la calle, como que aquella niña que corría en realidad dudaba en secreto de su belleza o su inteligencia. No podía ser solo un globo flotando en el vacío, coloreando el aire, o un espacio completamente imaginario.
Las casas pasaron a su lado mientras el con los ojos entrecerrados encontraba belleza en todo lo que lo rodeaba para luego abandonarlo. Pensó nuevamente en arrancarle el aire de lo más profundo de sus pulmones, besarla, odiarla, llorar, flotar, besarla, lastimarse, amarse, sonreír, reir, besarla, mirarla a los ojos para quedarse sin aire otra vez.

martes, 22 de marzo de 2011

Buscaba afecto con los medios más primitivos, y en su cabeza ya sentía como le iban tomando la casa y se encerraba mentalmente, atado y sin poder esquivar esas paredes que cada vez se le achicaban más.
Salió lo más rápido que pudo del departamento. Casi que voló sobre las escaleras. En el trayecto por poco que se le enganchan los pies pero se tomó fuertemente del pasamanos y siguió velozmente el camino hacia la puerta. Falló al primer intento de colocar las llaves, si no se apresuraba ni el imagina se imaginaba qué le podrían pasar.
Una luz blanca y brillante lo cegó. Girando y dejándose caer de espaldas contra la pared cayó sentado en el piso de relucientes, aunque realmente viejas, baldosas verdes donde a el le gustaba recostarse los recreos y las noches de verano. El frío y crudo piso lo tranquilizaba, porque sus otros sentidos no hacían más que confundirlo enviando paquetes de información que el no podía descodificar. No conseguía ver nada, o no sabía si no podía ver o si veía algo brillante y blanco, o un vacío absoluto y sin luz, no diferenciaba de si se encontraba bajo un silencio atroz o si los oídos se encontraban saturados por un ruido ensordecedor. Le quedaban cada vez menos habitaciones a las que escapar. Intentó buscar las manos, pero fue inútil, aunque de cierto modo el sabía que estaban ahí. Se lanzó de rostro al piso, y se sintió reconfortado al chocar la mejilla contra la fría cerámica. Aún sin poder ver, se movió de manera tal que el supuso ahora debía encontrarse acostado boca arriba, y de no ser por el contacto del suelo con las piernas desnudas el no podría haber siquiera supuesto que se encontraba acostado en la tierra y no flotando en el vacío o perdido en el eter.
Quedó congelado mientras que muy de a poco y lentamente lo iban ocupando y su limite se acercaba hasta casi rozarle la nariz.
La negra entró y lo encontró medio sentado en el suelo, la boca entreabierta y los ojos cerrados brotando lagrimas pausadamente.

domingo, 20 de marzo de 2011

Entonces esa boca que lo enloquecía mordía el anzuelo y repetía palabras sin sentido. El la contemplaba, irritado por no poseerla, hermosa por naturaleza, filosa y más dulce que cualquier fruta. La deseaba, se relamía y se hundía en su perverso mundo de fantasías y deseos. Ella le hablaba sin mirarlo a los ojos, con la espalda apenas curvada intentando esconder la mano que jugaba ansiosa con el encendedor, mientras que la otra llevaba el chispeante cigarro. Buscaba tomarla por sorpresa, pero sentía que era constantemente analizado de reojo y la idea lo paralizaba.

viernes, 21 de enero de 2011

¿No te cansa vivir en tu mentira?

El miraba el horizonte nocturno mientras se subía el cierre del abrigo, la playa en la cuenca del Río de la Plata siempre fue ventosa. Cerró los ojos e instintivamente buscó, guiándose con la punta de los dedos, el viejo bolsillo. Encontró algunos papeles, boletos de colectivos, envolturas de caramelos y finalmente la maltrecha caja de cigarrillos, donde encontró sus últimos dos compañeros para aquella, su noche.
El aire apestaba a muerte y a cañón, -La pólvora quemada me recuerda al año nuevo- pensó. Y el año nuevo le vino con los recuerdos del vitel toné, la ensalada rusa, la tía brindando con mamá, el delicioso mantecól, las discusiones con la abuela y finalmente el fuego, el fulgor y Marito qué siempre venía a las 12:30 con la mochila llena de rompe portones.
Hablaba sobre el amor y el respeto. Hablaba sólo, como un loco. Se le llenaban los ojos de lagrimas y se le abarrotaban las palabras en la boca. Entonces prefería cerrarla y contemplar el horror. Palpó los bolsillos buscando la cajita de fósforos -¿Quién me guardará los fósforos usados?-. Levantó la vista y una lagrima que había quedado pegada le saltó y rodó casi hasta la oreja. Miraba al cielo y se mordía los labios. Le quedaba solo un pequeño fósforo con la cabeza rojiza rogando por arder y enfrentar su destino, deseando implícitamente el unirse a sus compañeros que ya lo habían alcanzado. Encendió su penúltimo cigarrillo, aunque pensaba que al no tener más cabezas para hacer estallar este se convertía en su único compañero en la noche. Aspiró fuerte y parejo, dejó salir al humo por completo de manera abrupta para luego dejarse caer hacia atrás sobre la arena.
El cielo era hermoso, lejos de la ciudad pudo apreciar el estrellado firmamento, casi tan real. Esas estrellas y las olas eran lo único que lo rescataba. Pero el viento helado le golpeaba los pies descalzos y lo hacía pensar en la ultima vez que había respirado y la ultima vez que lo había mirado a los ojos. Ese frío lo devolvía y lo obligaba a incorporarse y no mantenerse estático. Todavía se escuchaban ecos de los cañonazos, gritos de las personas asustadas y si se miraba con atención se veían en el río pequeñas balsas apenas iluminadas, generalmente con desertores o exiliados políticos. El no había pasado el examen médico y lo confundía con dicha y fortuna. No estaba seguro de si prefería que hubiese sido de otra manera. Pero se contradecía con increíble rapidez y llevando su mano al pecho y apretandolo levemente se sentía agradecido por vivir.
Fumaba y caminaba, cada vez más rápido, viendo si podía rezagar su mente, si con las huellas que dejaba en la arena podía librarse de ese terrible tormento, esperando que las olas con su cíclico movimiento borraran el dolor, la muerte y la soledad como si fuesen marcas en el suelo.
Giró y gritó, pedía liberarse. Lo pedía con el alma, mientras lamentaba prematuramente la muerte de su cálido compañero. Realizó otra desesperada búsqueda en los rotos bolsillos -Alguno se debe haber caído de la caja, y la soledad no es cosa de fósforos- pensó. Sentía que el destino lo había atado a sus fantasmas esa noche, y era imposible salir de horror.
Se tumbó y con los pies cruzados abrazó sus rodillas. Miró hacía su izquierda, a su derecha y luego fijamente hacia adelante. Un enorme alivio lo invadió y disfrutó de la ultima saboreada al cigarrillo. Ya no habían marcas en la arena, ya no quedaba nada más que el ensimismado y su moribundo compañero. Sonrió cerrando los ojos. Ya estaba limpio. Sacó el último cigarro y lo encendió con la ultima chispa de vida de el anterior, sonrió, habló un poco más del amor, contempló por última vez el horror, olió la muerte, sintió un escalofrío, aspiró y soltó el humo lentamente.