martes, 23 de abril de 2013

Un pequeño Lucas

-El cielo no ayuda... -dijo luego de un pesado soplido- pero dale, arranquemos que debemos aprovechar que es domingo.

Lucas apareció lentamente. Asomando por una de esas subidas de asfalto del parque Lezama, como pasarelas entre gigantes arboles y pasto verde. A paso lento, con la curiosidad que casi le escapaba de los ojos, siempre atentos a todo, solo distraído de a momentos por los tirones de la correa de su perra, la Negrita. Ella era otra cachorra que descubría el mundo junto a Lucas, en ese mar de olores y figuras, bajo ese cielo monocromático. Lucas, que lo inspeccionaba todo, ya nos depositaba gran atención desde el momento en que el parque nos había coincidido, no se si por mi guitarra o por tu pelo negro, su perfume o tus profundos ojos.
La negra se sentó tranquila a nuestro lado, fiel compañera que tomó el descanso de Lucas que la traía corriendo y paseando hace horas, y el muchacho se presentó, suave y tímido, rompiendo el hielo con dos preguntas, una pedido y dos declaración, casi sin esperar respuesta de ninguna, solo por expresarse:
-Eso es una guitarra?.. Tocate un rockanroll.. Es muy linda ella.. Es tu novia?

Noche XV

-Pero lo mejor que podes hacer con un tipo así
es dejarlo fuera de juego, Dani.
Es mediático y jugado, suele irse de boca...
Lo mismo si pierde o si gana, duro como el solo,
siempre termina por ponerse a los poderosos en su contra,
y sin saberlo malabarea con corazones ajenos, indefensos,
generaciones y pasiones, con tripa y alma al descubierto,
la sonrisa de los muchachos, los ojos de la morocha,
la bronca de la banda que ataca primitivamente,
el grito desenfrenado y la emoción única...
¡Los colores y el amor!¡Eso siempre primero!

-La verdad es que...-a Dani lo dejaron sin palabras, así que se limitó a tomar con firmeza la tibia manija de su taza de café, elevando los hombros entre la cabeza, mientras le daba fin a esta -Y sí, es así, otra no queda, cuando tenes razón tenes razón. -le dijo mientras se quedaba mirando el fondo vacío y apenas manchado por lo que restaba del negro café.

Se rieron un poco más y quedaron en reencontrarse el sábado para ir a la cancha a ver el partido de su tan amado Huracán. Se despidieron con un abrazo, unas palmadas en los hombros, un llamame si necesitas algo y la sonrisa de amigo. Tuvo una extraña sensación al tacto con el abrigo de Manuel cuando se despidió de el, pero lo alegró sentir que en sus guantazos le retiraba el frió, y cierto peso que ahora no sabía por qué cargaban sus manos. Logró encender un pucho que cortó la soledad que sentía iba a aparecer a la vuelta de la esquina, cuando ella que se alejaba, cuando ya lo había perdido de vista al flaco. Era temprano para volver, y tenía seca la garganta. Caminó hasta el viejo bodegón con la persiana medio baja, la golpeó dos veces con la mano y saludó con un gesto a Vicente que estaba acomodando las copas detrás del mostrador. A mediados de su segundo wishky notó las paredes despintadas por las pocas luces que quedaban en la barra y la cocina donde se veía a los ayudantes limpiando y preparando todo para terminar su jornada. No supo tampoco en que momento fue que la radio se desconectó, o si esta también fue atenuándose hasta resultar inaudible, invisible. El sabía que Vicente no le iba a negar otra copa, tampoco lo iba a apurar porque estaban cerrando el local, menos con lo que le había pasado, pero ya sentía las manos pesadas, tirando de los hombros, haciéndolos caer, el cuello quebrado mirando hacia abajo, el pecho hueco y el estómago vencido.
Entonces fue como aquella, la primer noche, pasó a la historia.