Y que vivo para imaginar mi vida pero cómo si fuese una noche eterna entre los restos de la vieja y hermosa ciudad, por donde corre el veneno y la amargura, un hermoso suburbio cerca del río que apesta a muerte y putrefacción, y tu sonrisa que.. Volaba bajito para que nadie se percatara de que no tocaba el suelo, de que no sentía el frío de esa vieja noche, de que el corazón le bombeaba tan fuerte. Les llovieron los golpes, y ahí estaba ella con una boina amarilla y ahí estaba el con su viejo traje y el humo que los unía, y esos eternos 20 centímetros que los separaban, ese espacio horrible, ese humo amargo esa noche gris, ese olor a muerte, esa sensación tan horrible cómo es la indecisión, esa ternura que lo invadía y que le entraba por los ojos y que lo derretía por dentro. Pero ellos reían y hacían cómo si nada, compartían abrazos y sonrisas. Mientras llovían los golpes, y ese espacio que lo ocupaba a medías esa cruda y frágil creencia, esa figura ficticia. Y no paraba de llover y comenzaba a tocar el suelo muy despacio, y dejaba de flotar, y esa distancia que se hacía abismal y ese amor que crecía y se achicaba de golpe y su odio al pasado y su faceta más oscura, su ser invadido por el asqueroso veneno de la ciudad, la ira que crecía y sus miedos que lo atormentaban, las vacías construcciones que parecían venirsele encima, y el frío que los invadía y su sonrisa que se borraba y esa maldita figura que se agigantaba y los dejaba fríos y solos a los dos en esa triste y cruel noche. El pánico era todo. El pánico los consumió y quedaron fríos, y ese amor que latía se congeló, y esa figura censuraba la belleza y la alegría. La distancia pareció infinita. Entonces pensó entre todo ese pánico, pensó entre todo ese miedo, pensó mientras era aplastado por ese falso titán, pensó mientras el veneno le entraba por todos los poros y recordó que el no era eso, que el no podía no amar, después de todo, todos estamos echos para algo, es claro hay gente para todo.
Voló otra risa y otro abrazo, explotó toda esa basura que lo cubría, volvió a ver su sonrisa y la abrazó fuerte, y ella lo abrazó más fuerte aún. No se querían volver a separar nunca más, ni dejar esa calidez hermosa del amor en estado puro, no querían que volviera esa horrible distancia, con su horrible esencia de opresión negadora. Se unieron en un abrazo, y rieron y se despegaron un poquito del suelo. Y por un instante dejaron el todo en segundo plano, inflaron su burbuja y salieron del pequeñito mundo. Lo golpeó y lo despertó, rieron un rato, terminaron el pucho, fueron a comprar más tabaco. Olvidando esa distancia por un rato, se colgó de su brazo y se dejó caer sobre su hombro, la tenía con el, se tenían entre sí, y flotabamos juntitos, por lo menos hasta la esquina.