jueves, 2 de junio de 2016

Conmemoración de los platos rotos

Los pómulos helados y la nariz apenas que apenas asomaban entre la bufanda y la capucha de la campera sentían como filosos pinchazos la finísima garúa que parecía flotar estática como polvo helado en el aire. Los labios casi tan rojos como el corazón, pero con la diferencia de que este estaba tapado por quien sabe cuantas capas de abrigo, piel, huesos y músculos, estas capas que solo son la masa tal vez palpable, desnudable, medible, calculable. De esa boca para afuera sale todo lo blando, que a pesar de la cruda helada no siempre se materializaba, como fantasmas que se hacen de piedra, algodón o madera y por su peso caen contra el suelo, golpean y ruedan. Según su consistencia, siempre dependiendo de la inclinación y el terreno causan desastrosas avalanchas, taponan ríos que juntan agua hasta desbordar, secarse o cambiar su curso, inundando distintos lugares, aunque también suelen caer y clavarse en el pasto, la alfombra o el barro, donde se asientan y algunas hasta se mecen suaves, con ritmo de vals, o con un tres-tres-dos bien marcado como los tangos que canturreaste y bailamos. Pero lo blando también se puede materializar blando, esponjoso y hasta amasable. Donde solo falta ponerle salsa y queso, o saltear pollo con legumbres y enrollarlo como un shawarma para llenarnos la panza y sacarnos la helada de este Junio que nos petrifica el alma. Puede formar una bellisima nube, donde un nene imagina libremente, donde veo mi vida que si intento tomarla se escurre con la niebla. Incluso puede hacerse de madera, tallarse, encordarse y crear arte!
Las maravillas de tu boca, y de todo lo blando que sale de ella, que toma forma subiendo desde la garganta, moldeadas por dientes, lengua y labios para salir siempre caliente y crudo. Invisible, como los escudos protectores que tienen las naves en las películas de ciencia ficción que sirven de refugio para huir de la calle y meterse en la cama, con una taza caliente entre las manos, las que ahora están escondidas para no sufrir el mismo destino que la parte que te quedó descubierta del rostro. Tal vez hoy de huir se trate, de escudarse en camperas y todo lo etéreo con lo que creamos un muro entre nuestras almas, que solo nos hace estar tan lejos como nos salga, chocando sin vernos ni tocarnos, para dentro de mi escudo escuchar mi eco, pensar cuan interesante resulta que en un mundo con tanta mentira y tanto dolor en lo impenetrable nazca una flor. Entre la materia que salió de tu boca, que hoy amaso en el vacío, la naturaleza me vence, porque ahí esta la ley final, porque pasado todo yo te guardo siempre, y soy, de otra manera, eternamente tuyo.